Gracia inmerecida


                 GRACIA INMERECIDA 

Hace muchos años, en la soledad de mi habitación me preguntaba si algún día podría conocer a aquel hombre que susurraba cada noche a mi oído ¡Te amo, camina junto a mí! Ese mismo que solía abrazarme y quedarse conmigo hasta poder conciliar el sueño; conversábamos largas horas, Él era mi amigo más personal. Solía contarle como había estado mi día, hacerle  chistes, (aunque debo confesar que nunca he sido buena para eso); Disfrutaba tanto hablar con Él, me sentía tan amada, tan escuchada, de hecho, llegaba a sentirme valiosa y con un futuro cuando lo tenia cerca. 

Anhelaba demasiado que llegara la noche para poder ir a mi encuentro con Él, (Era nuestra hora favorita para conversar) pero por encima de contarle mis cosas, anhelaba más esos abrazos llenos de amor;  anhelaba ese beso en la frente con el que me despedia cada noche, cuando un tanto soñolienta, solia decirle: por favor quédate, no me dejes jamás. Debo confesar que nunca vi más que sus vestidos largos y blancos que cubrían todo su cuerpo; le rogué muchas veces que me permitiera ver su rostro, que ya no estaba siendo suficiente para mi el hecho de sólo escucharlo y ver sus vestidos -Tenía miedo-  comencé a dudar de lo que estaba sucediendo  hasta tal punto que ya no anhelaba tanto como antes que llegara la noche. Creí estar enloqueciendo  y un día simplemente le dije: ¡Vete, eres demasiado bueno para ser verdad!… Lo extrañé cada maldita noche, aunque de alguna u otra manera estaba convencida de que seguía ahí; Su ausencia me estaba enloqueciendo más de lo que creí que ya estaba. Quería acercarme nuevamente pero no podía; no queria seguirme aferrando a lo "irreal". 

¡Como lo dejé ir! Me cuestionaba cada noche;  quiero que regrese, pero no sé como hacer que vuelva nuevamente. Un choque emocional se apoderó de mí, alguien me hizo creer que todo  era producto de mi imaginación y la necesidad de llenar un vacío- Me dejé llevar- intenté pasar la página y vivir mucho tiempo lejos de Él aunque muy en el fondo seguía extrañandolo.  Mis días no volvieron a ser iguales, aunque en ocasiones creía sentirlo cerca, pero mi lógica y mis argumentos me convencian de lo contrario. 

Tiempo después, asumí del todo el hecho de que Él realmente había sido producto de mi imaginación y que debía mantenerse lejos porque No era real o por lo menos eso me decían algunos libros; Mis argumentos habian tomado más fuerza.  Aunque me encontraba más confundida que nunca,  la realidad era que definitivamente ya no lo quería junto a mí; No quería a mi lado a alguien que decía amarme y cuando le dije Vete, no dudó en hacerlo; Nuestra relación estaba rota y era casi  imposible de reparar o por lo menos yo prefería dejar las cosas así y seguir negándome a la posibilidad de tenerlo cerca nuevamente.. ¡Vaya que estaba confundida! Muy en el fondo mi necesidad de Él era superior a cualquier argumento. 

…Un día, a punto de tomar la peor decisión de mi vida me dijo: Detente, aquí estoy… No supe que hacer, caí de rodillas, no entendía lo que estaba pasando; Escuchaba voces proclamar su santidad, mi habitación en ese momento se volvió un salón de  música, habían burbujas de colores por todos lados, brillos y mucho aceite; Intenté ponerme en pie, pero no pude. Ni si quiera podía parar  de llorar, sentía como Él caminaba a mi alrededor, y entre más se acercaba más miserable me sentía- Lo eché todo a perder-  Pensé,  pero de inmediato Él me tomó de la mano, me puso en pie;  Esta vez fue diferente, lo sentí tan real, tan cerca.  Ni si quiera pude decir nada, solo éramos Él y yo, luego de unos minutos  me llevó en el espíritu a un desierto, y en medio de ese desierto delante de mí estaba Él; me guiaba a un lugar y yo realmente estaba más confundida de lo que anteriormente había estado, pero lo seguí, hasta que llegamos a una puerta que sólo Él pudo abrir y cuando la atravesamos, un gran trono blanco, resplandeciente como el sol a medio día, tan resplandeciente como la luna a media noche. 

Acércate un poco más, me susurró al oído- Confieso que quería saber que había más allá, pero mis piernas temblaban y casi no podía sostenerme en pie. De repente el lugar se inundó de alabanza : Santo, santo, santo, eres tu rey del Universo; con mucho esfuerzo y tendida en el piso, le pregunté ¿Quién eres? A lo que Él levantando su rostro, y mirando hacia mi respondió: Yo soy…. 


-ANGIE KAROLINA PEÑA MIRANDA


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